(The Way of the Warrior Healer)
Por: Profesor Don Cross, M.Ed.
Cuando obtuve mi Cinturón Negro en 1964, mi Sensei me preguntó cuál era, en mi opinión, el significado de mis siete años de entrenamiento. Le contesté que había aprendido mucho sobre Jujitsu, Judo, Karate y el uso de armas, que la había pasado muy bien haciéndolo y que había crecido mucho. Mi Sensei sonrió y dijo que me estaba engañando a mí mismo si pensaba que eso era lo único que había conseguido. Lo que me dijo entonces cambió mi vida para siempre. Sentenció: “Todo el propósito de tu estudio de Jujitsu ha sido transformarte en un sanador.” Esa frase, con su aparente contradicción, ha sido como un Zen koan para mí durante estos años intermedios.
La lucha y la curación son, obviamente, opuestos, ¿Verdad? Ambas disciplinas tienen historias antiguas como formas de arte del Lejano Oriente, y la Filosofía Oriental no tiene ningún problema resolviendo contradicciones aparentes. Por ejemplo, se me me enseñó que los encuentros violentos son el resultado de relaciones desequilibradas que requieren sanación. Pero, si la lucha se torna necesaria para detener la violencia y reconciliar las diferencias, entonces es esencial causar el menor daño posible. Para mantener esta filosofía uno debe sin duda ser un guerrero comprometido con la creencia de que el único verdadero fin de todo conflicto debe ser siempre la paz.
En Jujitsu, nuestro principal objetivo es encontrar soluciones pacíficas a las diferencias con los demás sin necesidad de recurrir a la confrontación física. Sin embargo, si el combate se hace inevitable, las técnicas empleadas en Jujitsu dan al practicante muchas opciones eficaces, pero no violentas, para detener la intensificación del conflicto. En Jujitsu empleamos numerosas técnicas de evasión que implican el uso de apalancamiento y la sincronización. Si el escape es imposible, empleamos el uso de artes de inmovilización de articulaciones para detener al agresor en su camino destructivo. También podemos derribar un atacante para redirigir y neutralizar su fuerza, o estrangular y dejar inconsciente a un adversario violento para que deje de causar más daño a otros o a sí mismo.
El Profesor Henry Okazaki, Maestro de Danzan Ryu Jujitsu, a menudo enseñaba a sus estudiantes que no había una sola manera de emplear las artes marciales, y que era para el beneficio de otros. Okazaki decía a sus estudiantes que si un hombre estuviese a punto de entrar a su casa y tratara de herir a su familia, él quizás tendría que romper el brazo de ese hombre para detenerlo. Pero que siempre debía recordar que también tenía que ser el primero en brindar a aquel hombre los primeros auxilios y ayudarle de cualquier manera posible después. Implica una verdadera fuerza de carácter dejar de lado el enojo por lo que alguien aparentemente ha hecho, y luego perdonar y ofrecer ayuda. No necesitamos más personas agresivas en este mundo. La compasión y la humildad son las dos virtudes más importantes que necesitamos practicar en nuestra vida para hacer de este mundo un mejor lugar para todos nosotros.
Mis maestros han hecho hincapié en que los artistas marciales tienen que asumir la responsabilidad de sus acciones sabiendo cómo revertir los efectos de sus técnicas a través de artes de reanimación y masaje terapéutico. El camino de un maestro no sólo transcurre por la sensibilidad, el perdón y la compasión; el control de sí mismo, la concentración, la confianza y la capacidad de proyectar la fuerza vital (Ki) desarrollados en el entrenamiento de artes marciales son los mismos atributos utilizados por los mejores curanderos.
En Jujitsu tenemos un concepto llamado “Kappo/Sappo”. Kappo son técnicas de sanación que a menudo implican la estimulación de puntos de acupuntura específicos. Mientras Sappo implica golpear esos mismos puntos para causar lesiones. La intención con la que se aborda el acu-punto es el factor crucial. De hecho, como dice la leyenda, la acupuntura fue explorada por primera vez por un general chino. Estaba intrigado después de ser alcanzado en la pierna por una flecha durante una batalla. No sólo no le dolió, sino que un problema de salud de larga data fue rápidamente resuelto.
En la superficie, el estudio avanzado de artes marciales puede asemejarse a la búsqueda de métodos más fáciles, más rápidos, más eficientes de lastimar o asesinar. Sin embargo, el descubrimiento del poder de herir a otros utilizando técnicas de artes marciales está necesariamente unido al descubrimiento de la propia vulnerabilidad a la herida. Es común, entonces, que el artista marcial adquiera mayor compasión a la par que aumentan sus habilidades marciales, así como el deseo de utilizar sus habilidades adquiridas y su conocimiento para sanar.
El estudiante de Jujitsu verdaderamente avanzado, el Guerrero-Sanador, debe estar siempre consciente de la meta final del entrenamiento: sanar cuerpos, mentes, emociones, relaciones, y crear paz en nuestro mundo. Lejos de las actividades pasivas, introspectivas que la mayoría de la gente asocia con el término “pacifista”, el proceso de ser y convertirse en un sanador y pacificador requiere un entrenamiento decidido, persistente y comprometido. La voluntad de lograr, la voluntad de trabajar, el condicionamiento de la mente, cuerpo y espíritu – todas las cualidades que acompañan al éxito en las artes marciales – son también parte del viaje para convertirse en un sanador, un viaje que comienza de nuevo cada día al darse cuenta de que no hay fin para el aprendizaje, y que no hay límite para el potencial humano.